jueves, 7 de septiembre de 2023

FALLO DEL IX CONCURSO DE MICRORRELATOS

Como comentamos en la anterior entrada os informamos del Fallo del IX Concurso de Microrelatos

 organizado por la A.C.O. este Verano cultural 2023.


FALLO DEL IX CONCURSO DE  MICRORRELATOS HOMENAJE A AZORÍN Y JULIO VERNE


Reunido en Olombrada el jurado que ha de valorar y calificar los relatos presentados, tras deliberación y una vez estudiados los 9 relatos presentados, 1 de la categoría A y los 8 restantes de la categoría B, el jurado llega a la siguiente conclusión de premiados por las diferentes categorías.

 

Categoría A

·       Premio otorgado  por su participación, a  Martín de la Fuente de Miguel,  con el microrrelato que empieza con la frase de Julio Verne: “Con la apuesta no gané nada si no es una linda mujer que me hizo el más feliz…”

Categoría B

·       Primer premio para  Inés Acebes Arranz por el microrrelato que empieza con la frase de Azorín:La vejez es la pérdida de la curiosidad…”

·       Segundo premio para Ana María Pilar Cuéllar, por el microrrelato  cuya frase inicial es: “Con la apuesta no gané nada si no es una linda mujer que me hizo el más feliz…”de Julio Verne.

           

            El fallo del jurado se dio a conocer en un acto en La Panera  de Olombrada, el día 25 de agosto, a las 21:30 horas.

 

CATEGORIA A- RELATO DE MARTÍN DE LA FUENTE

 

Con la apuesta no gané nada si no es una linda mujer que me hizo el más feliz… ¡Martín deja de leer! – dijo mi madre. Me sobresalté. No me he presentado. Soy Martín. Me gusta mucho: el cole, la videoconsola, las mates, las ciencias, dibujar (sobre todo monstruos), la tele. Pero lo que más me gusta son los gorilas occidentales, Harry Potter, Mortadelo y Filemón, los canelones y leer. ¡Ah! y Pokemon.

Estaba yo jugando a “Destructiverer”, un videojuego, y al ganar me desmayé. Desperté en un sitio muy extraño. Se parecía a… ¡Destructiverer! ¡Me había metido en la consola!

Caminé un rato buscando un portal místico o algo así y…, apareció Robodón (un malo, que te puedes imaginar como quieras). Se lanzó sobre mí, pero yo había ganado a unos cuantos robodones así que le derroté fácil. Luego fui por ahí y vencí a casi todos excepto… ¡Destru! Es el jefe final, y también te lo puedes imaginar como quieras. Luché y al final le gané. Después, me desmayé y volví a casa.

-        Hay de comer canelones, Martín – dijo mi madre.

No hay mejor comida después de vencer a Destru.

FIN

CATEGORIA B

 1ºPREMIO- INÉS ACEBES

 

EL RECUERDO DE LO QUE FUERON

-La vejez es la pérdida de la curiosidad, Don Matías.-

El hijo del doctor debería respetarme más; sus palabras de hoy han sido muy desafortunadas. Su padre me conoce desde que estábamos en la escuela. Recuerdo perfectamente cómo cazábamos ranas en el humedal. Competíamos por descubrir antes que el otro, si se trataba de una rana o de un sapo.

Subíamos a la torre de la iglesia, siempre que podíamos robar las llaves al sacristán y conocíamos las campanas palmo a palmo, aunque no nos atreviéramos a tocarlas, salvo en contadas y sonadas ocasiones. 
Apostados detrás de los arbustos, esperábamos horas y horas la aparición de la cigüeña blanca, ya para febrero, y del vencejo común en época estival.
En las noches de verano, nos tumbábamos sobre la parva de mi padre a mirar las estrellas y a inventar figuras, a las que poníamos nombres.


Doctor - le había replicado esta mañana- ¿No le parecerá eso poca curiosidad?.


-Eso se llama inteligencia cristalizada, Don Matías, pero no curiosidad. Tiene usted suerte Matías, mi padre ya no conserva nada, ni tan siquiera el recuerdo de lo que fueron.-

 

2º PREMIO_ ANA MARÍA PILAR CUELLAR

Con la apuesta no gané nada si no es una linda mujer que me hizo el más feliz.

Pero cada hecho tiene sus consecuencias,  y elegir defenderla, me llevó a aquel duelo. Aunque ella no valoraba el honor, yo no estaba dispuesto a dejar pasar tan ruín ofensa.

Pasamos la noche previa abrazados, sin pensar en nada más.

Al alba, sin embargo, no podía dejar de escuchar cómo el tic tac del reloj me acercaba a mi destino.

Ya en el descampado, miré a una anciana que se acercaba, sin recordar dónde había visto antes ese rostro.

Permaneció a nuestro lado durante los preparativos del lance, mirando extrañada a cada uno de los protagonistas allí presentes: a mí, a mi contrincante y a mi amada, que sollozaba pálida y ausente. Los ojos de la desconocida saltaban de uno a otro continuamente y se balanceaba inquieta.

Cuando aferramos las pistolas, sacó de su bolsillo un reloj. Contrariada, lo contempló ávidamente y le dió unos tenues golpecitos.

- No funciona - murmuró.

Y girándose justo antes de los disparos, no pudo ver cómo salvamos la vida aquella mañana.

 

 

 


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