FALLO DEL VII CONCURSO DE MICRORRELATOS
HOMENAJE
A EMILIA PARDO-BAZÁN
Y CARMEN LAFORET
Reunido en
Olombrada el jurado que ha de valorar y calificar los relatos presentados, tras
deliberación y una vez estudiados los 11 relatos presentados, 1 de la categoría
A y los 10 restantes de la categoría B, el jurado llegó a la siguiente conclusión de premiados por las diferentes
categorías.
Categoría A
·
Primer
premio es para Inés Rincón Matías con
el microrrelato que comienza con
la frase de Emilia Pardo Bazán ”La aldea cuando se cría uno en ella y no
sale de allí jamás.....”
Categoría B
·
Primer
premio para Alberto Rincón Verdugo por el
microrrelato que empieza con la frase de Carmen Laforet : “
Me gustan las gentes que ven la vida con
ojos distintos de los demás, que…..”
·
Segundo
premio para Ana María Pilar Cuéllar,
por el microrrelato cuya frase inicial
es: “La aldea cuando se cría uno
en ella y no sale de allí jamás.....” de Emilia Pardo Bazan:
El fallo del
jurado se dio a conocer en un acto en el Frontón Municipal de Olombrada, el día
27 de agosto, a las 21:30 horas.
A continuación os mostramos los
trabajos ganadores:
CATEGORIA A- RELATO DE INES
RINCÓN MATÍAS
La
aldea cuando se cría uno en ella y no sale de allí jamás hace difícil el futuro, como le pasó a
Julia, una niña que quería ser médica.
La
mayoría de la gente de su pueblo vivía allí toda su vida, sin embargo, para
estudiar tendría que salir de su aldea.
Julia
había terminado la escuela y todos sus amigos buscaban trabajo en el pueblo. Su
madre pregunto:
-
¿Ya
has buscado trabajo en el pueblo?
-
No he
pensado trabajar aquí. Iré a la
universidad. Quiero ser médica.
-
¡Médica!
No irás a la ciudad. No tenemos tanto dinero.
Julia
se disgustó mucho. Tenía esperanzas en poder ir, así que se preparó los
exámenes. Tenía algo ahorrado pero no daba para un año y en su escuela no daban
becas.
Julia
consiguió aprobar y fue a la universidad con ayuda de su abuela que le enviaba
dinero. Acabó la carrera y volvió a su aldea para trabajar.
Un
día, la hermana de una amiga se puso muy enferma. Julia inmediatamente fue a su
casa y la ayudó a curarse.
Días después, llamaron a
Julia porque había una plaza de médica en su pueblo
CATEGORIA B
1ºPREMIO_ALBERTO RINCÓN
VERDUGO
Me
gustan las gentes que ven la vida con ojos distintos de los demás, que sostienen que la realidad admite
múltiples facetas, como cambios de la luz al incidir sobre un cristal.
Sucedió
en verano, trabajando en la unidad psiquiátrica del Hospital Provincial,
durante los periódicos ingresos de la señora Julia, una extravagante
nonagenaria amante de los gatos que me profesaba una singular estima.
Una
noche aparecieron dos policías custodiando un detenido por atraco con fuerza y
lesiones. Había intentado suicidarse en comisaría y solicitaban valoración.
Como venía sedado, lo llevamos a la habitación y activamos videovigilancia.
A
medianoche, oímos unos golpes sordos. La pantalla no mostraba al paciente y
acudimos a su cuarto. Mi compañero entró primero y recibió un fuerte golpe en
la cabeza. Traté de llegar al pulsador de emergencia, pero me derribó antes.
Todo
se difuminó. Vislumbré a Julia y al hombre gritándola “¡¡Abuela, apártese o la
reviento!!”. Creí ver sus manos entrecruzarse de manera antinatural y bisbisear
una lengua ininteligible. Súbitamente, él quedó rígido y cayó al suelo.
Sí
recuerdo claramente su voz mientras me desmayaba. “No temas, hijo. Nosotras las
brujas nunca permitimos que dañen a aquellos que nos tratan con afecto y
respeto”.
2º PREMIO_ ANA MARÍA PILAR CUÉLLAR
La aldea cuando se cría uno en ella y no sale de allí jamás se
convierte en una jaula. Hay pajarillos que viven felices en la seguridad del
abrigo, inspeccionando el mundo desde su atalaya y otros, en cambio, que buscan
escapar y volar alto.
Luz era así, tan ligera e intangible como su nombre. Desde niña,
devoraba libros, leyendo incluso por las noches con una pequeña linterna,
dibujando en su imaginación los paisajes y las historias que no alcanzaba con
su realidad.
Despierta, soñaba que era una joven universitaria que
compaginaba sus clases con los relatos que escribía. En cambio, mientras
dormía, el monstruo de su pesadilla recurrente la hundía en un denso lago donde
no podía nadar hacia la superficie, naufragando inmóvil sin poder reaccionar.
Su abuela la despertaba con ternura, abrazando su sudor frío con
una leve sonrisa.
- Tranquila, mi Lucecita, ya pasó.
La aseaba, le ayudaba a levantarse y, suavemente, la sentaba en
su silla de ruedas. Afrontaba la situación de su nieta con optimismo: los años
le habían enseñado que siempre se puede luchar para escapar de las jaulas que
nos atrapan.
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