Como sabéis el viernes al final
del homenaje a los mayores de 90 años, se procedió a la lectura del fallo del concurso de microrrelatos por el presidente del jurado Agustín Pascual, tras
nombrar a los ganadores accedió a leerlo una de las ganadoras Mº Inés , como podéis
ver en la foto. Los otros ganadores están en la siguiente foto , para que no os
lieis el más joven es Juan Arranz y su compañero de fotografía es AlbertoRincón.
¡¡ Felicidades por el premio y que
sigáis participando muchos años!!.
Os dejamos el fallo del jurado y
los microrrelatos ganadores
Tras la valoración y calificación de los
23 relatos presentados, 1 de la categoría A y los 22 restantes de la categoría
B, el jurado, compuesto por Agustín
Pascual Malo, que lo preside; Luis Mariano de Dios Cárdaba y Begoña López
Fernández, como vocales ambos, llegan, tras deliberación y una vez estudiados estos,
a la siguiente conclusión de premiados por cada categoría:
Categoría A
Ganadora: Mª Inés Castro Ruiz
Con la frase de Miguel de Cervantes,….
“yo nací libre, y para poder vivir libre escogí…”
Categoría B
Ganador: Juan
Miguel Arranz Arranz
Con la frase de Miguel de
Cervantes,… “en Burgos, ciudad ilustre y famosa…”
Ganador: Alberto
Rincón Verdugo
Con la frase de William
Shakespeare,…”Tengo aquí escrita una carta para ella…”
El fallo se dio a conocer en la Panera de Olombrada, tras el
homenaje a los mayores de 90 años, el viernes 19 de agosto.
Y estos son los relatos ganadores:
Relato de María Inés Castro Ruiz
Yo nací libre, y para poder vivir libre
escogí el campo, donde mi estado de tranquilidad, paz y serenidad va más
allá del infinito.
Lo primero, darme
una ducha para quitarme el polvo de la ciudad, después salí para encontrarme
con la hermosa naturaleza, dejándome empapar de su aire suave. He cerrado los
ojos y he empezado a soñar… pero eran sueños de colores;
colores alegres, colores llenos de vida y fantasía, colores que se iban
perdiendo en la inmensidad del horizonte, porque mi sueño era un mundo de
colores donde encontraba mi libertad.
Al llegar a
casa me di un baño lleno de espuma, cada pompa que flotaba en el aire era un
color de mi sueño y se transformaban ligeramente en figuras en las que no se
podían apreciar su significado y una vez desvanecidas rompían su encanto.
Después me
perfumé, noté que su aroma no era el habitual, sin embargo me recordaba a mi
sueño de colores.
Me puse una
camiseta blanca con un solo dibujo: una rosa. Me tendí en mi gran butacón con
una suave luz de atardecer de campo, me quedé dormida escuchando una suave
melodía.
Así es mi manera de poder vivir libre.
Relato de
Juan Miguel Arranz Arranz
En Burgos, ciudad ilustre y famosa, establecieron su capital los
facciosos. Yo temía por el porvenir de mi ciudad, pero más por lo que pudiera
sucederle al Cipri, que era como mi hermano desde zagales. La guerra me cogió
haciendo la mili en Madrid, y yo, que al comienzo no podía deber más lealtad
que la forzosa por la geografía, me fui haciendo permeable a las ideas de
justicia por las que sincera y arrojadamente se sacrificaron Durruti y tantos
otros, pero también a la propaganda soviética, que nos ponía al cabrón de
Stalin como un padre. También a un odio irracional que me permitía administrar
la “justicia” de esos foráneos con impasibilidad. Hasta la noche en que, tras
retomar –brevemente- Teruel, nos dieron el soplo de una cuadrilla falangista
refugiada en un convento. No perdimos tiempo, pese a las trabas clericales. Al
alba, el pelotón los tenía enfrente. Carguen, apunten. Sólo distinguí su mirada
de cervatillo asustado un segundo antes del “fuego”. No pude detener la ráfaga
de metralleta que lo reventó. Al acabar, los ojos aún abiertos del Cipri me
hicieron renegar no de lo divino, abominado tiempo atrás, sino de lo humano, lo
único que me quedaba.
Relato de Alberto Rincón Verdugo
Tengo aquí escrita una carta para ella,
para Isabel. Una carta que no puede leer y que cuando lo haga, quizá ya no
estaré vivo. Pero no debo esperar más tiempo. Mis recuerdos empiezan a ser
caprichosos, como sus juegos, y no quiero que su viveza, su luz, se desvanezca.
Acaben deshaciéndose como los trazos que ella dibujó en la arena de playa este
verano.
Isabel,
irrumpiste en el ocaso de mi vida cuando ya no esperaba más sorpresas y menos
tan felices. Recuerdo tus ojos el primer día que te vi. Curiosos, vivaces, con
una chispa inquieta y traviesa que anticipaba los desvelos que me reservabas. Y
esa sonrisa que me regalas cada mañana. Generosa, confiada, con una alegría
sincera y primaria.
Ahora por
fin llegó septiembre. En esta mañana fresca cogeré tu mano suave y cálida.
Saldremos a la calle y caminaré contigo hasta la verja que alberga las
respuestas a tu curiosidad insaciable, a esos porqués incesantes que inundan
nuestras charlas.
Y temblaré de emoción y ternura mientras te beso y retengo
un instante más antes de que te alejes. Entonces agitaré mi mano y despediré a
mi nieta mientras camina hacía su primer día de colegio.
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