Este fue el fallo del jurado:
EL jurado compuesto por Enrique Fernández Acebes, Begoña
López Fernández y David Hernández Sevillano, reunidos el jueves 20 de agosto de
2015, tras la valoración y calificación de los 26 trabajos presentados, llegó al siguiente veredicto por
cada una de las frases propuestas:
BEATRIZ GÓMEZ GÓMEZ, con la frase de Sta. Teresa de Jesús, “Aunque las mujeres no somos buenas para el
consejo a veces acertamos… …”
LEIRE
GARCÍA ARRANZ con la frase de Emilio
Lledó, “Apenas queda hoy resquicio para ver el mundo… …” y
JUAN MIGUEL ARRANZ ARRANZ con la frase de Juan Goytisolo, “Cuando llegaron, la temporada declinaba… …”
El fallo se dio a conocer en el acto de Homenaje a los
mayores de 90 años en La Panera, los trabajos de Leire y Juan fueron leídos por ellos mismos en ese
momento, como podéis apreciar en las fotos.
Estos son los microrrelatos ganadores:
Relato de Beatriz Gómez Gómez
Aunque las mujeres no
somos buenas para el consejo, a veces acertamos...
...Yo le quería y ahora él me pedía ayuda para conquistarla a ella. Todo lo que
le sugería le parecía bien y a diario lo llevaba a la práctica. Conseguí
hacerme con la amistad de ella, para jugar a dos bandas (o eso pensaba yo)
Hasta que los encontré en el rincón, agarrados de la mano: ví la carambola
perfecta y disparé.
Relato de Leire García Arranz
Apenas queda hoy
resquicio para ver el mundo si este no ha sido oportunamente inmortalizado
con el obturador de la cámara de un
teléfono móvil. Ahora bien, todo habrá sido en vano si esos inolvidables
momentos no son convenientemente
compartidos en la red para dárselos a conocer a quien le interese (y a quien no también, ojo).
Olvídate, entonces, si tu aparato no tiene una pantalla lo suficientemente
grande para poder ver las imágenes a un tamaño ideal. Las posibilidades se
reducen al pasar el fin de semana en un pueblo aleatorio sin cobertura, por no
hablar del peligro que corres al subirte en las piedras levantando el brazo
para encontrarla. Suena a paradoja, pero es imposible desconectar sin estar
conectado. Lo sé por experiencia: Hace tiempo,
decidí pasar unos días en el campo, por el tema ese de “desconectar”.
Excursiones, fauna y flora salvajes, fotos de fauna y floras salvajes, selfies
con fauna y flora salvajes; todo, por supuesto, con sus consiguientes subidas
ocasionales a las redes cuando la cobertura lo permitía…La cosa fue de
maravilla, hasta que tuve que volverme a casa al recordar que no podría cargar
mi smartphone en los troncos de los
arboles.
Relato de Juan Miguel Arranz Arranz
semidesierto, como lo dejara él la última vez que anduvo por allí, hacía demasiado.
Arribaron al camposanto. Domingo y
padre bajaron del coche, dentro de una urna éste. Silentes, llegaron
frente al nicho asignado, vacío.
Domingo procedió a depositar la vasija que contenía los restos. Odiaba
estar allí, pasar ese trámite y hacerlo solo: Mercè no quiso venir, aunque él
lo prefería, dado el melodramatismo de su mujer, y en cuanto a los chicos, para
Raúl resultaba imposible volver desde Noruega, y Eulàlia viajaba por la costa
con sus amigas, o al menos eso había dicho, pero él sospechaba que estaba con
algún novio secreto.
Aún así, hacía ya tiempo que se habían desentendido del abuelo, quien
pasó sus últimos años encerrado en un geriátrico, sin más atenciones familiares
que las puntuales visitas del hijo.
Padre, romántico, deseaba que sus cenizas
fuesen esparcidas por una tierra, para ayudar a germinar nueva vida.
Contrariamente, Domingo, burocráticamente pragmático, nunca había entendido
esas quimeras, pero finalmente desterró su pragmatismo y cumplió la voluntad de
padre, diseminando sus restos por un precoz sembrado, auxiliado por el viento.
Entonces advirtió: no estaba solo.
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