Para todos aquellos que
quieran el último libro premiado de David, Anonimario,
comentaros que ya ha sido editado por Hiperión Ediciones.
Como
comentamos en la revista Zaraguja nº 10:
David Hernández Sevillano nació en Segovia en 1977, es licenciado en
Educación Física, está casado, tiene un hijo, Uriel y vive desde 2005 en Vegafría, donde regenta
un establecimiento rural , “El Lagar de Vegafria”. Ademas ha colaborado y es
socio de la Asociación Cultural Olombrada al igual que su mujer, Noelia,Ha editado cinco libros de poesía , siendo todos ellos premiados:
2007- Uno y uno no es dos frente al espejo obtuvo el II Premio José María de Los Santos
2008- Suma de azares,
XXIV Premio Villa de Benasque.
2009 - Razones de más, ganó el Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández para menores de 35 años
2009 - Razones de más, ganó el Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández para menores de 35 años
2010
-El peso que nos une. ganó el XXV Premio de Poesía Hiperión
2012 –Anonimario ha obtenido el Premio Jaén de Poesía.
2012 –Anonimario ha obtenido el Premio Jaén de Poesía.
Aquí os dejamos uno de los
poemas de este último libro.
PUEBLO CASTELLANO
La torre de
la iglesia como el mástil
erguido de un velero
despuntaba en un mar de sementeras.
A su abrigaño el pueblo sesteaba.
Enfermaron de frío las palabras
y los sueños. Sólo de alguna débil,
escasa chimenea ascendía
un reguero de humo perezoso
como un recuerdo lento.
Ella reconoció
el roce de febrero en los pulmones.
Llegó de abotonar
los surcos de un pasado fronterizo.
Con sus pasos azules
zigzagueó las calles polvorientas,
se sentó junto al tronco de la olma
y acarició la tierra con sus manos.
No sé qué pasa con el sol de invierno
que abre zanjas de risa en el vacío
y le pone corchetes al silencio.
Un viento suplicante, igual que una
torpe interrogación, serpenteaba,
¿qué quedará de ti cuando hayan vuelto
a sus escaramuzas los vencejos?
Silva el agua lejana de la acequia.
En su lecho de musgo el pueblo duerme.
Ella lo ve y sonríe,
como en todas las cosas de la vida
a fuerza de pasar el tiempo tuvo
una vaga intuición:
que el mundo no terminará en nosotros.
Ella cerró los labios
para que el sueño todo le cupiera.
David Hernández Sevillano
despuntaba en un mar de sementeras.
A su abrigaño el pueblo sesteaba.
Enfermaron de frío las palabras
y los sueños. Sólo de alguna débil,
escasa chimenea ascendía
un reguero de humo perezoso
como un recuerdo lento.
Ella reconoció
el roce de febrero en los pulmones.
Llegó de abotonar
los surcos de un pasado fronterizo.
Con sus pasos azules
zigzagueó las calles polvorientas,
se sentó junto al tronco de la olma
y acarició la tierra con sus manos.
No sé qué pasa con el sol de invierno
que abre zanjas de risa en el vacío
y le pone corchetes al silencio.
Un viento suplicante, igual que una
torpe interrogación, serpenteaba,
¿qué quedará de ti cuando hayan vuelto
a sus escaramuzas los vencejos?
Silva el agua lejana de la acequia.
En su lecho de musgo el pueblo duerme.
Ella lo ve y sonríe,
como en todas las cosas de la vida
a fuerza de pasar el tiempo tuvo
una vaga intuición:
que el mundo no terminará en nosotros.
Ella cerró los labios
para que el sueño todo le cupiera.
David Hernández Sevillano
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